El día de la marmota

Transcurridos con holgura los cien días reclamados por los popes upemeros para valorar su gestión, hay que decir que la decepción inicial causada a casi todo el personal de la casa por los nombramientos y confirmaciones realizadas por el Rector Cisneros, bajo la premisa de no hacer sangre, se ha mantenido hasta la fecha.

El paso de tortuga imprimido a su gestión ha resultado desesperante para muchos. Para colmo, ya van diciendo que aquellos cincuenta y tantos millones de euros que la Comunidad de Madrid daba a la UPM ya se han esfumado, aunque no dicen hacia qué paramos o ventisqueros.

Como no puede ser de otra manera, dentro del amplio equipo rectoral surgen los habituales dimes y diretes de los que se consideran agraviados al no conseguir los puestos que consideran que deben ostentar, esgrimiendo un argumento, ya habitual, que consideran incontestable: porque yo lo valgo.

Una de las parcelas, no confundir con los huertos de Montegancedo, que está generando más contestación es la política de personal del PAS. A la sorpresa por el mantenimiento de algunas caras del anterior régimen, se suma el ascenso de otros que estaban realizando una buena labor en su anterior puesto y ahora tienen que demostrar algo más.

No es nuevo que uno que está en un puesto inferior se queje de que él lo haría mejor que su jefe y ello lleva a batallitas soterradas a ver si cae el inútil de arriba para que me pongan a mí. Ya digo, nada nuevo bajo el sol.

La anécdota del último Consejo de gobierno, celebrado el 29 de septiembre, la protagonizó un vicerrector que al final de la reunión pregunta si los días de CG comen todos juntos. Otro le contesta que "habrá que preguntar a Guillermo". Con micros casi apagados hay que señalar. Pero seguro que esto hace enfadar al vice Leube, tan controlador él, nada partidario de dar el más mínimo cuartelillo a las "voces insidiosas y pérfidas de los enemigos" (Serrano Súñer dixit).