Ocho días después de la publicación en el DOCM de su nombramiento como Rector de la UPM, el señor Carlos Conde sigue inédito. Algunos dicen que es culpa de la presidenta regional, Esperanza Aguirre, que tiene una agenda apretada y no encuentra hueco para asistir a tan magnífico acto, la toma de posesión. Puede ser pero no es excusa.
Salvo que todo ello sea un secreto de estado upemero (el agua caliente no consigue despegar de los sillones a algunos), nada descabellado conociendo la casa, el nuevo rector debería estar al mando ya, con su equipo nombrado, aunque sea pura continuidad. En definitiva, dando señales de vida, que bastante tenemos ya con la que está cayendo. No podemos tener la lucecita del Pardo apagada, faro de nuestra esperanza.
Hace unos meses, en la Universidad de Castilla-La Mancha, ocurrió algo similar. La presidenta Cospedal no tenía tiempo para asistir al evento, dada su recargadísima agenda regional y nacional, y el rector electo, Miguel Ángel Collado, tomó posesión, junto con su equipo, en un acto privado el 20 de diciembre. Un mes después, el 20 de enero, tuvo lugar el acto oficial, con toda la solemnidad y el oropel requeridos.
Hay que ponerse las pilas.
Dados los acontecimientos en lo referente a los censos, Carlos Conde será durante todo su mandato un rector bajo sospecha. No digo que se haya beneficiado de la duplicidad en los censos, sólo digo que nunca sabremos si es el verdadero ganador de las elecciones. Lo honesto, y valdría cualquiera de las cuatro acepciones que aparecen en el diccionario de la Real Academia, sería convocar unas nuevas elecciones con censos correctos.
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